lunes, 24 de diciembre de 2012

Por el simple gusto



No me había costado mucho trabajo retomar estas escrituras, ya que principalmente se trataba de tomar un poco de tiempo, en medio de una rutina con el tiempo un poco restringido.
Sin embargo, en este momento, en el que ya llevo unos cuantos días de vacaciones, me ha costado muchísimo trabajo. No solamente elegir un tema adecuado para escribir, sino también elegir el momento ante el cual sentarme al teclado y darle a la escritura.
Cabe mencionar que para este momento, en esta línea ya es el tercer intento, espero que en esta ocasión no vuelva a ser “un intento fallido”.
Siempre quise hablar de esta especie de “complejo de vacaciones” que me ha afectado los últimos 14 años de mi vida y que tiene que ver con este sentimiento de “culpabilidad” que tengo por tener el tiempo suficiente como para no hacer nada.
Desde que entré a mi primer trabajo formal en la producción del programa “Contigo en la noche”, que por cierto no fue como productor, sino de telefonista. Estábamos obligados a transmitir en los horarios y en los días acordados, sin importar si eran festivos o no. Si alguien se atrevía a faltar por la simpleza de que “es noche buena”, nos podían quitar el horario, así de simple.
Un par de años después me cambié de trabajo, ahora si como productor y conductor de los programas médicos de la Clínica de la Columna, y aunque propiamente no se abrían las clínicas ni el 25 de diciembre, ni el 1ro. De enero, teníamos que ir a hacer el programa, porque como decía el dueño de las clínicas “Don José: de todos modos nos cobran el día de transmisión… además la radio nunca descansa”… y por ende, nosotros tampoco.
No quiero hacer que el no descansar parezca tan malo, ya que visto desde el punto de vista económico me iba muy bien, ya que siempre había una lanilla extra que me caía muy bien para poder disfrutar el poco tiempo libre que me quedaba gastándolo en mil tonterías.
Tampoco quiero decir con esto que lo extrañe, todo lo contrario, de hecho, cuando mis amigos me preguntan por qué no he querido regresar a hacer programas de manera independiente, la discusión sigue siendo la misma: ya no quiero trabajar los sábados.
Creo que en realidad no estás consciente de lo necesario que es para tu vida tomarte un buen descanso hasta que: 1.- el cuerpo te lo exige, y en este caso se puede tratar desde un pequeño malestar e ir in crescendo, hasta convertirse en una de esas terribles enfermedades crónico degenerativas, que aunque me cueste mucho trabajo aceptar, muchos de mis contemporáneos las padecen: diabetes, problemas coronarios, digestivos, de columna, etc… y/o  2.- cuando te pones a pensar al menos en dos segundos, que si existe la posibilidad, al menos remota, pero existe, en que tus condiciones de vida pueden mejorar, ya sea que busques un trabajo con mejores perspectivas para tu vida, o que busques una manera de ganarte la vida haciendo lo que te gusta.
Yo he de confesar que soy un hombre bendecido porque mi trabajo me da oportunidad de tener todo en conjunto, es decir: hacer lo que me gusta y tener las condiciones para poder llevar un estilo de vida un poco más saludable que en otros trabajos.
A estas alturas de la vida me puedo dar cuenta de que mi amigo H tiene razón y somos seres de hábitos y que toda la estructura social está fundada en esos usos y costumbres, los cuales nos siguen obligando de alguna manera, a ir de acuerdo a lo que la propia sociedad dice que está bien, aunque no esté del todo bien para nosotros.
Confieso también, para alivio de mi mismo, que cada día es más sencillo para mí aceptar que necesitamos pasarnos, al menos un par de días en tiempos de fiestas para poder estar con quienes más nos aman y a quienes nosotros en realidad amamos: la familia.
Y quizá, solo quizá… dependiendo de la etapa materialista por la que estés pasando, es un acto que verdaderamente valdrá la pena dejar tus actividades productivas de dinero y hacerte un espacio para compartirte con esa gente con la que te tocó vivir.
Creo que es gracias a esta conciencia adquirida no hace mucho tiempo, y a ese maravilloso trabajo que hoy puedo estar sentado frente a la compu, sin muchas preocupaciones, ni un solo dejo de culpabilidad y poder decir con todo el cinismo del mundo que tengo hueva de escribir, por el simple gusto de hacerlo


miércoles, 21 de noviembre de 2012

Éxito


A ciencia cierta no sé por qué hoy estoy escribiendo con respecto a este tema. Del cual, para ser honesto he leído algunas cosas, he escuchado otras, he vomitado muchas, me he grabado otras tantas.
Serán quizá algunos acontecimientos de mi historia reciente, la irremediable llegada de la edad mediana, que nos lleva a querer hacer una pausa en el camino y evaluar arteramente los logros alcanzados; la influencia de algunas personas queridas que nos hablan de su “muy peculiar insatisfacción”, o quizá sólo esta tendencia enferma de querer escribir de lo que no solemos hablar con todo mundo.
El éxito, la cima, la meta, el objetivo, los vítores, las palmas, la fama, en realidad no encuentro grandes diferencias entre todos estos conceptos ya que todos encierran, en alguna medida, lo que todos parecemos entender como ÉXITO.
Desafortunadamente, a estas alturas del partido, para mi en particular el éxito radica en si cada día te levantas con ganas de verdaderamente hacerlo; caminar con la certeza de estar en sintonía con tu misión personal y tu labor profesional; dicho en palabras menos domingueras: si haces lo que te gusta, y aparte te pagan por hacerlo; o visto de una manera más romántica: Terminar cada día dándote chance de vivir en función de lo que te guste hacer, y sobre vivir en este mundo salvaje.
La vida misma me ha dado grandes lecciones acerca de lo que es el éxito, pondré como ejemplo al trovador del metro, cuyo mayor sueño en la vida era ser un gran arreglista y compositor, que por azares del destino nunca pudo estudiar en el conservatorio o llegar a los grandes medios o alcanzar la fama con una compañia disquera. Sin embargo, hoy por hoy se gana el pan haciendo lo que mas le gusta, cantar.
Obviamente ello contrasta absolutamente con mi perspectiva antigua del éxito que se traducía en “tener lo que quieras tener”, y eso, en realidad era un campo devastadoramente amplio, que muchas veces nos pierde en esa disyuntiva de si el éxito se circunscribe solamente en tener lo que se quiere tener (hablando sobre todo de posesiones materiales), desafortunadamente en estos tiempos tan complejos, las respuestas simples ya no resultan ser las más convincentes, ya que no podemos evaluar a una persona en función de sus posesiones materiales, esos tiempos ya se acabaron; estos son tiempos de complementación humana, por lo tanto, todo parámetro también deberá poder aplicarse al ser, es decir en ser lo que queremos ser (hablando de conocimientos, títulos, grados, puestos, etc.)
Estos dos campos, sin necesariamente ser mutuamente excluyentes, pueden complicar en alto grado la existencia, ya que de qué sirve tener lo que quieras, si a final de cuentas no puedes ser como quieres, o quizá un poco más grave, según las apreciaciones, podría resultar el ser como uno quiere ser, y por tanto no tener acceso a lo que uno quiere tener.
Hay libros, ensayos, tratados, diplomados, dedicados exclusivamente a intentar definir en cuál de estos dos campos vive realmente el éxito.
Desde mi propia perspectiva considero que el éxito radica en poder tener el paquete completo, es decir, ser como uno quiera ser y tener lo que uno quiera tener. Desafortunadamente para la mayoría de nosotros, la cosa no resultará tan sencilla, ya que en este negocio también interviene otro factor que nunca podrá estar en nuestro control: el tiempo.
Hay personas de mi pasado que se consideraban exitosas, ya que podían ser como querían y tenían acceso a las cosas que querían, pero en este momento, por circunstancias ajenas a su control, las cosas han cambiado radicalmente y han tenido que optar por alguna de las dos opciones, sacrificar un poco el ser por el tener, o seguir con la convicción del ser, alejando de si el tener, o lo que resultaría aun más trágico, en un determinado contexto, no aspirar ni a ser, ni a tener.
Otro escenario podría estar en tener muy altas expectativas del futuro cercano, es decir, estar altamente avanzados en este menester del tener, a expensas del ser; con una visión futura de que una vez alcanzada la meta del tener, la vida podrá volcarse al ser. O viceversa, estar altamente desarrollados en el ser con altas expectativas de que una vez alcanzado el nivel deseado, por añadidura, por un acto casi mágico, llegará lo que se desea tener.
Considero que los escenarios pueden ser muchos y muy variados jugando siempre con estos tres factores: el ser, el tener y el tiempo.
Veo que me estoy elevando y honestamente ya me está dando hueva existencial hacer más ejercicios filosóficos, por eso les diré lo que para mí significa el éxito:
“Tener hoy la oportunidad de ser como quiero ser, haciendo lo que me gusta hacer y que ello me permita compartir con quien yo quiera, lo que yo quiera”.
Si para mi hoy me favorecen estas dos premisas del ser y el tener, se que tendré un día exitoso y seré un ser exitoso.

martes, 30 de octubre de 2012

Vacas Flacas Forever




Dice mi amigo “H” que “un amigo es un hermano elegido”, pensamiento que comparto de lleno con él. Siento que para que alguien verdaderamente pueda ser eso, tu hermano, deben pasar algunas cosas que van más allá de la mera convivencia, debe haber algo más; una especie de fusión, una especie de complementación que te lleva a hacer de esa persona, parte de ti, de tu familia; parte de tu vida, y constituir un buen capítulo de tu historia.
Considero algo muy importante agradecer, que a lo largo de la vida he tenido la gran bendición de haberme topado con algunas personas con quienes existe ese vínculo especial; ese sentimiento que los giros de la vida, el tiempo, el cambio de estatus, el cambio de estado civil no han podido afectar en lo más mínimo, de hecho, en muchos casos, lo ha afianzado aún más.
Ese es el caso de mis amigos de toda la vida, aquellos que conocí en mi pubertad, y que hasta la fecha, cuando todos estamos al borde de la andropausia,  aun seguimos teniendo esta sensación de pertenencia a la banda, al barrio, a la familia; situación que honestamente, ya no es muy común encontrar en las actuales generaciones.
Todo comenzó con una cascarita de basket, en los tiempos en los que para ligar, era fundamental ir a las canchas. Ahí seguramente podías conocer  a la chica que te gustaba, a la que igual y no dejaban salir, solo con chaperón. O quizá aquella que tenía unos hermanos con tendencias chacaloides que te veían con cara de “te voy a madrear” cada que te les acercabas a las susodichas chiquillas.
Una manera de hacerte atractivo para las chicas que frecuentaban las canchas, obviamente era saber jugar buen basket, esa técnica de barrio, de contacto, con golpes, con sangre. Ese basket que además de anotar puntos y vencer a los contrarios, te va forjando cierto respeto, te hacía visible ante las demás personas.
No crean que en nuestro caso era sólo eso, también nos unió aquella necesidad muy característica de los jóvenes de pertenecer a algo, y dentro de ese algo, hacer cosas importantes, de tener logros; además por supuesto, de que éramos una verdadera amenaza juntos, ya que nos burlábamos de cuanto fulano se nos atravesara, y la mayoría de ocasiones, no terminaban con la mente muy saludable que digamos.
Un buen día decidimos entrar a un torneo de barrio, sin saber siquiera cómo se llamaría el equipo, de pronto de aquél ingenio mordaz que nos caracterizaba, decidimos llamar al equipo VACAS FLACAS, yo creo que en una especie de burla, ya que eran los años dorados de los Toros de Chicago y casi todo cascarero aspiraba a ser Michael Jordan y creer que solo porque tenía unos flamantes y muy caros tenis AIR JORDAN llegaría a jugar muy bien al basket.

Cosa que obviamente no sucedía, y a nosotros nos daba pie para hacer mofa de esa clase de comportamientos botanezcos, que al mismo tiempo nos ayudaba mucho a mermar el  espíritu del contrincante.
Hubo ocasiones en las que la burla llegaba a tales grados, que de la presión que sentían, más de una vez  se armó la melé, y podrías ver a 12 o 15 weyes pelando en batalla campal por un simple partido de basket bol.
Sin embargo, a nivel del barrio eso te daba fama, te hacía una persona de respeto, no cualquiera se atrevería a pelar con una VACA FLACA, porque sabía que implícitamente se estaría echado encima a toda la jauría de perros, y definitivamente no es lo mismo pelar con uno, que pelearte con quince weyes gobernados por la testosterona.
Nuca nos metimos con nadie, nunca nos peleamos sólo por el hecho de hacerlo, siempre nos cuidamos unos a otros. La hermandad llegaba a tanto, que mi hermano y yo teníamos muchas casas, en donde hasta fecha, aun nos estemos cayendo de borrachos, siempre tendremos una cama en donde dormir, y un plato de comida humeante para curarla.
Algo que me hizo decidir hablar de mis hermanos, fue el recordar nuestras famosísimas fiestas de halloween. Puntada que se nos ocurrió instituir, como homenaje a un hermano que se nos adelantó. Se llamaba Alfredo, y nos dejó muy joven tras ser vencido por la leucemia.
Alfredo, o el Popis como le decíamos afectuosamente, nos acompañó en las primeras dos fiestas y según nos dijo él mismo, habían sido las mejores fiestas de su vida. Por eso decidimos celebrarlas en fecha de Todos Santos para conmemorarlo, en este extraño ritual que abre este fascinante campo límbico que flota entre la vida y la muerte. El ambiente de esas pachangas era de lo mejor, ya que eran de riguroso disfraz; había varios concursos, excelente música que casi siempre fue amenizada por mi amigo Carlos Poxtan, que actualmente es Director de programación de EXA FM Querétaro, de ese tamaño era el pachangón.
Sin exagerar les puedo decir que la fiesta llegó a ser tan famosa entre los amigos del barrio, del CCH, de la UNI, etc. Que llegamos a reservarnos el derecho de admisión, e incluso, nos aventamos la puntada de hacer boletos personales, y dejar aproximadamente dos horas esperando en la calle a las personas que no traían boleto.
Hace unos meses encontré a un compañero de generación del CCH en un avión rumbo a Tijuana, después de cruzar saludos y algunas cosas de actualización personal, lo único que me dijo fue: “ya haz una fiesta, como aquellas que hacías en el CCH… fueron las mejores fiestas de mi vida”.
Con el paso de los años, el cambio de casa, la adopción de responsabilidades, el aumento en los integrantes de las familias, fueron complicando que nos reuniéramos para hacer una fiesta de tallas épicas.
Sin embargo, los sentimientos que nos unen siguen presentes. No me interesa negar el lugar de donde vengo, no le doy la espalda a mi familia, a mi barrio; a las vivencias que me definen, y con ellas, las personas que forman parte de mi vida, de mi familia, de mi alma.
Y tal y como está plasmado en mi piel para siempre, en forma de tatuaje, puedo decir con todo el orgullo que ello encierra: que yo soy VACAS FLACAS FOREVER

sábado, 20 de octubre de 2012

Los Amorosos




Afortunadamente para mí, desde hace algún tiempo me he dado cuenta de que no me gusta platicar de lo que a la mayoría de las personas les gusta hacerlo. Es decir, no me gusta platicar del clima, porque a final de cuentas nunca se nos tiene contentos, si hace frío, si hace calor, si llueve, siempre habrá una buena oportunidad para hacer un comentario negativo. Así que simplemente no me interesa.
No me gusta platicar de política, porque ya hace tiempo también, que tengo muy metida en mi cabeza esta idea de que el poder no es de los políticos, ni del pueblo, ni de los narcos. El poder es de los que tienen el billete, porque nuestra vida, la de todos, está regida por el billete. Por su generación, acumulación, ostentación. Sí, el billete rifa.
Eso me lleva a otro desinterés, no me gusta platicar de dinero, charla que los de nuestra generación consideran como una de sus favoritas, de alguna manera en toda charla de tragos, sale a relucir quién tiene y quién no tiene dinero; que si las cosas están muy caras, que si las colegiaturas agobian, que si el carro necesita servicio, que si las vacaciones nos dejaron secos, que si necesitamos ganar más, etc., toda charla-discusión-debate-confesión con respecto a este tema es somnífero para mi, el motivo, es que todos estamos igual de jodidos, quizá algunos puedan tener una casa un poquito más grande, o un carro un poco mas nuevo, pero para ser honestos, no tenemos el futuro asegurado. Y a excepción de aquellos a quienes mencionaba arriba que pueden definir el rumbo del país, todos estamos jodidos. ¿Entonces para qué discutir nuestra miseria?
No me gusta hablar de religión porque aunque creo que Dios existe, en realidad no sé cuál es su domicilio fiscal; no sé si vive en una iglesia, un templo, una sinagoga. Simplemente sé, con cada partícula de mi corazón que Dios vive dentro de nosotros. Y que esa relación debe ser tan íntima, que no es necesario exhibirla ante una congregación o hermandad, ni mucho menos tratar de influir a los demás para que vean al Dios que nuestros ojos quieren ver, eso, tampoco me interesa.
De lo que sí me gusta hablar, y de hecho, de lo único que considero valioso hablar, es de mí.
Lo que pienso, lo que siento, lo que he vivido y el resultado de esas vivencias, porque para ser honesto, he de reconocer, que eso, es lo único que tengo para dar a los demás. Esa visión particular de lo que a todos nos pasa, pero que todos vemos de manera diferente. De aquello que todos hemos sentido, pero que nos ha afectado de diferente forma.
Y dentro de esos grandes temas, que considero valioso hablar y hablar y habar, es de cómo vemos las relaciones amorosas, del efecto que produce en nosotros ese sentimiento que mueve al mundo; esa dosis de estupidez que es la causa de muchos de nuestros desatinos y que es la fuerza que nos invade cuando el espíritu parece rendirse.
Cada vez que alguien me cuenta que sufre, o que tiene trauma de amor, me doy cuenta de que en realidad, no hemos aprendido absolutamente nada de la vida.
Lo digo así porque se supone que las experiencias deben ayudarnos a abrir nuestra visión de las cosas. El dolor, el sufrimiento, la calamidad deberían enseñarnos a que a final de cuenta, “no pasa nada”, o como dijera mi mamá cuando me veía meditabundo y cabizbajo: “de amor nadie se muere”.
Y es que algo que no he llegado a entender con el paso de los años, es por qué todas experiencias solamente traen trauma y cerrazón. Es decir, cada relación amorosa, debería traer consigo una enriquecedora experiencia, llena de buena vibra, de crecimiento a nivel persona, porque la verdad de las cosas, llevarse bien con alguien, que es completamente diferente a ti en todos los aspectos, no es nada sencillo.
Ese tiempo que se invierte en conocer a alguien, tratar de compaginar en gustos, unas cuantas salidas, el cachondeo, el choreo, etc. Debería traer cosas positivas, es decir, darnos cuenta de que a pesar de que siempre no fuimos el uno para el otro, finalmente nos dimos la oportunidad de conocernos y en lugar de perder una pareja, igual y ganamos una amistad verdaderamente profunda.
Desafortunadamente la mayoría de ocasiones, las cosas son completamente diferentes.
Terminamos odiando a quien en algún momento dijimos amar, dejamos de llamar a quien cada cinco minutos llamábamos solo para decirle “te amo”, y terminamos mentándole la madre a quien llegamos a compartirle nuestra cama.
Una de las cosas que puedo afirmar de mi, es que con el paso de los años he aprendido a amar verdaderamente, tanto que he sido capaz de ser amigo de quienes amé en algún momento, y al parecer nos llevamos mejor ahora, que antes cuando decíamos amarnos locamente.
Ya les platicaré en algún momento una de estas maravillosas experiencias.
Hoy cerraré esta intervención con uno de mis poemas favoritos, de uno de mis autores favoritos y que irremediablemente me viene a la cabeza cada vez que encuentro a alguien que tiene un corazón cerrado a causa de amores errados.

Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
 el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre- ¡qué bueno!- han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos. 

En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosas, hambrientas,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida. 

Jaime Sabines.


miércoles, 19 de septiembre de 2012

La Tabla del cero



La tabla del cero

Hace poco escuché por ahí a una linda persona referirse a mí como la tabla del cero.
Supongo que el sentido que debe darse a tal descripción debe ser por aquello de que “soy más fácil que la tabla del uno”. Comparación por demás divertida, ya que no hay bases sólidas que fundamenten el mote, al menos no de la distinguida damisela a quien le escuché llamarme de esa manera, porque honestamente no me ha hecho suyo, ni nos hemos tocado nuestras cositas ni nada que se acerque siquiera a ser un acto de erotismo, es más, ni siquiera lo mas primigenio que de un acto que pudiera considerarse sexual. Y estarán de acuerdo conmigo en que a estas edades, en las que ya no nos andamos por las ramas, no cualquier cosa que suceda entre un hombre y una mujer resulta sexual.
Para ponerlo bien fácil… no es sexual si hay ropa o ausencia de genitales, pa pronto.
Sin embargo el escuchar esa descripción de una persona con quien no he tenido esa clase de roces, me suena bastante divertido y me hace reflexionar acerca de si la “facilidad” a estas edades es algo bueno o algo malo.
Seguramente algunos de ustedes que me conocen de hace algunos años podrían alzarse con una oración del tipo: “pinche Pablo, no te hagas wey… difícil, así que digamos que difícil eres… la verdad es que no”.
Y tienen toda la razón, la verdad de las cosas es que no le veo el chiste a hacerme el interesante o el complicado o en pocas palabras a hacerme el difícil. La situación es verdaderamente sencilla, si una chiquilla quiere conocerme en otras instancias, basta con que lo proponga, si me gusta, pus le damos gusto, si no me gusta le doy la vuelta, igual y en otra ocasión con unos cuantos wiskoles encima, sí se hace.
La reflexión a la que pretendo llegar es si en realidad “hacerse el difícil” trae alguna ventaja, si acaso el ser muy selectivo, le trae algún plus a nuestra vida o un poco mas de emoción a nuestras relaciones.
Desde mi perspectiva y experiencia de “hombrezuelo” podría decirles que el ser extremadamente fácil, tal y como pudiera serlo la “tabla del cero”, lo único que ha traído a mi vida es mucha diversión, buenas experiencias, y sobre todo, la gran libertad de ser como soy, sin tener que meterme en el juego de las apariencias, e intentar ser algo que a futuro no podré sostener, y al final las chiquillas en cuestión, me tachen como un mentiroso que aparentó ser muchas cosas, con la finalidad de tener un encuentro cercano del tercer tipo.
Para ser honesto creo que aceptarnos desde el principio como somos, de la manera más simple, con virtudes, defectos, ventajas y desventajas ayuda en gran manera a no tener que ocultar nuestras buenas o malas intenciones en ningún momento.
La moraleja viene para fijar la atención en algo que quizá se pasa por alto en la mayoría de las ocasiones: el poder de decisión que la otra persona tiene, en este caso, y para fines prácticos, yo nunca he ocultado lo que soy, y las hermosas mujeres con quienes he pasado momentos maravillosos, han sabido, desde el principio, que soy como la tabla del cero.
Lo que para muchas personas parecerá inconcebible es que mientras otros hombres tienen que inventarse toda una personalidad paralela, en la cual aparentar ser muy decentes, muy exclusivos, muy sensibles, con la finalidad de ocultar sus oscuras intenciones y con ello conquistarse a una chica, algunos otros, simplemente decimos como somos, lo que queremos y lo dejamos al libre albedrío de ellas, finalmente siempre han presumido de ser las que deciden... ¿no?
Obviamente no para todos los casos aplica de la misma manera, estoy seguro de que habrá por ahí muchas chicas que gustarán de los hombres difíciles, de los hombres que se hacen los interesantes y como en casi todo, finalmente cada quien sus gustos.
Afortunadamente para los de mi especie, hay muchas mujeres a las que les gusta ahorrarse toda la parafernalia de las relaciones absurdas basadas en las apariencias y las dobles intenciones encontrando un camino más corto, llevando las relaciones a otro nivel, donde lo que verdaderamente importa es  compartir, incluso, las propias limitaciones y los defectos. Sin la promesa vacía de continuidad y perpetuidad.
Sigo sin entender la ganancia de hacernos los difíciles, y si claro, lo digo también por las mujeres que piensan que haciéndolo, nos harán empeñarnos más… bueno… cada quién.
Yo seguiré en este camino feliz esperando haya muchas chicas que de propia voluntad quieran repasar conmigo la tabla del cero.



martes, 11 de septiembre de 2012

El hombre de mi vida



Hace apenas unos días me enteré, de manera muy agradable, que una persona que ocupa un lugar primario y fundamental en mi vida, es ávida lectora de este blogg.
Seguramente la primera impresión es que se trata de una fémina, pensamiento que no estaría tan fuera de la realidad debido a la composición gramatical del párrafo anterior, y a esta rara sensación de que las personas muy cercanas conocen bien nuestros puntos débiles, y el mío, lo confieso abiertamente, otra vez, son las chicas… cada quién sus vicios ¿no?
Debo comentarles desde el inicio que en esta ocasión no se trata precisamente de una fémina, se trata mas bien de un hombre ¡muy hombre!, es mas, me quedo corto, para mi tendría que decir que se trata de “EL HOMBRE”… el Hombre de mi vida.
Y antes de que empiecen a dejar volar la imaginación con sus joterías, les platico que se trata ni nadas mas ni nada menos que de mi señor Padre, el Dr. C. (le nombraré de esta manera no por falta de afecto, sino por todo eso que se dice de dar información confidencial, sorry, han logrado atemorizarme).
Durante toda mi vida, he escuchado a muchas personas decir que si se han desarrollado, han logrado ciertas cosas en la vida, han acariciado el éxito, se debe principalmente a que: “han trabajado mucho”, “se han esforzado mucho”, “han sacrificado muchas cosas para salir adelante”, etc., dejándolo todo a un nivel meramente personal en el que el factor ha sido su propio empeño.
Para mi definitivamente las cosas son muy diferentes ya que, sin tratar de echarle mucha crema a mis tacos, les diré que  lo que he alcanzado en esta vida como: estudiar, trabajar, practicar deportes, danza, teatro, locución, producción,  etc. en realidad no me han costado trabajo, de hecho, para ser completamente honestos, nunca he llevado hasta el final una carrera que me haya costado mucho, o me haya exigido mucho esfuerzo, ya que me he dado cuenta que si ese algo resulta abrumador, simplemente lo dejo, porque simplemente sé, que no es para mi.
Pero esa facilidad por alcanzar las cosas que he deseado y poder saber a tiempo que algo no es para mí, no indica precisamente que yo sea un súper dotado, o que sea “de los chingones”, como se dice por ahí.
Según esta ley de vida que dicta que “hay que chingarse mucho por alcanzar objetivos”,  trae implícito, que todo lo alcanzado hasta ahora es gracias a que a final de cuentas “alguien se chingó mucho… y quizá no uno mismo, sino otras personas se chingaron por mi” y dedicaron su vida entera para que yo pudiera hacer lo que mi chingada gana se me pegara hacer y a final de cuentas las cosas salieran mas o menos bien.
Pues precisamente una de esas personas es mi Señor  Padre y me da un gusto enorme que también sea uno de mis lectores, mi mejor amigo, y en términos generales, el hombre de mi vida
Cómo decir algo que sea apropiado y no caiga en la lágrima sentimentaloide o en la frivolidad para ¿hacer honor a este personaje trascendental en mi vida?... en realidad no es una tarea fácil, ya que de solo recordar aquellos pasajes en donde esta figura tan impactante aparece en mi vida, resulta casi inevitable que se me quieran escurrir las de cocodrilo.
Pero como soy bien machín me aguanto y más que deshacerme en halagos y reconocimientos (lo cual no estaría mal, pero creo que mi padre se merece algo mas elaborado, trataré de resumir las lecciones mas importantes que me ha dado el Doc. Como le dice la mayoría de gente que le rodea.
Quién es tu familia
¿Les suena familiar un ambiente en donde se dan en la torre hermanos contra hermanos?, ¿alguna vez han visto a dos hermanos mentarse la madre, desearse la muerte, pelear por dinero?
Para mi eso resulta algo prácticamente desconocido, ya que un día que me estaba peleando con mi hermano, la verdad es que ya olvidé la razón, de pronto apareció mi padre; y con una cara que hace muchos años no le veo: de entre coraje y decepción nos separó, se quitó su cinturón y nos dijo a los dos: “ustedes son hermanos, no deben de pelearse, mucho menos lastimarse, están para cuidarse entre ustedes, no para darse en la madre. La chinga que les voy a poner ahorita, es para que la piensen mil veces antes de querer volver a pegarse entre ustedes… saben que soy hijo único y no imaginan cuanto desee tener un hermano, ustedes que si los tienen, los quieren golpear… somos familia, nos cuidamos, no nos madreamos...” y posteriormente llegó una buena tanda de cinturonazos, que para ser honestos, no dolieron tanto como la idea que cruzó mi cabeza de que mi hermano no estuviera ahí siendo mi cómplice y compañía de toda la vida.
Afortunadamente la lección fue aprendida y gracias a ello puedo presumir de tener una familia muy unida, quizá como en todas las relaciones entre humanos, a veces nos decimos de cosas, nos disgustamos, pero solo entre nosotros podemos decirnos lo que queramos. Los agentes externos se cuentan aparte, si tratas mal a un Castañeda no sabes la jauría que te avientas encima, de por vida, así de simple.
Quién te puede decir qué hacer
Algunos de los ideales por los que toda la vida ha luchado mi padre, es por la libertad y el derecho de hacer lo que a uno le parezca mejor hacer… de hacer nuestra chingada gana, en pocas palabras. Obvio, con la subsecuente responsabilidad que el tomar decisiones trae consigo.
A muy corta edad yo ya tenía permiso para ir a fiestas, dormir fuera, tener novia, etc., afortunadamente las palabras sabias de mi padre se quedaron impregnadas en mí para siempre:
Déjame decirte algo chamaco: si a ti de pronto te dan ganas de volverte un borracho o un drogadicto o embarazar a una muchacha… ¿¿¿a mi qué???... no pongas esa cara, no es una broma, te lo pregunto en serio… el que tu seas lo que quieras ser, a mi ¿en qué me afecta?, yo te tengo la respuesta. En absolutamente nada, el que pagará las consecuencias de todo lo que decidas hacer, finalmente serás tú.
Lo que yo quiero para ti y para tus hermanos es lo mejor de la vida. Pero si tu quieres otras cosas finalmente será tu decisión y no la mía.
Si yo te veo un día todo trajeado, con una ropa muy fina, bajándote de un carrazo, quizá me sienta muy orgulloso de ti y quiera decirle a mucha gente, miren, ese señor tan elegante es mi hijo, pero ahí se acaba todo, no espero mas, porque dudo mucho que te bajaras de tu carro nuevo y me dijeras: ten papá, este carro es para ti.
Y lo se, porque así es la ley de la vida, me dará gusto en secreto que seas una persona de éxito, aunque no me des tu carro nuevo y ni siquiera me lleves a dar una vuelta.
Por otro lado, si eres un alcohólico, o un adicto al que toda la gente desprecie, que todo mundo te saque la vuelta, que te quedes sin amigos, sin nada, ese serás tú, solo tú lo sentirás.
No te digo que te quedarás sin familia porque eso nunca sucederá, yo soy tu padre y te amaré como seas hasta el último día que respire. Tú eres mi razón de ser, lo más querido para mi.
Y si un día te veo tirado afuera de la casa, todo borracho o drogado,  quizá tu mamá y yo sentiremos un poco feo por ver a una persona con capacidades extraordinarias echar su vida por la coladera. Y quizá te dejemos que pases a la casa, te des un baño, te eches un taco, pero una vez que estuvieras mejor, yo mismo te sacaría a la calle, le pediría a Dios que te cuidara mucho y todos tendríamos que seguir viviendo y a nuestra manera particular tratar de ser felices.
Así que hijo de mi vida, tu vida es tuya, haz de ella lo que quieras… y si puedes y quieres me avisas qué decides hacer, ¿para ver en qué te ayudo?
Y así ha sido desde entonces, gracias a Dios y a mi amado padre he podido hacer lo que mi chingada gana me ha pegado y he aceptado todas las consecuencias que ello conlleva.
No te dejes de nadie
Cuando eres un niño le tienes miedo a muchas cosas, yo en algún momento de mi vida le tuve mucho miedo a “los otros niños”.
Sobre todo a aquellos que tenían hermanos mas grandes, que tenía déficit de cariño de sus padres, o falta de atención, no se, que eran unos hijos de la chingada, en pocas palabras. Y la verdad es que tanto en la escuela como en mi cuadra abundaban esos hijos de la chingada.
Otra situación que agravaba mis temores es que mi madre (perdón que de refilón la meta en este escrito, ya que ella merece uno aparte, pero hay fronteras que a veces son indivisibles) me tenía, textualmente prohibido: pelearme con otros chamacos, con el aviso de que si alguna vez una señora llegaba a la casa quejándose de que “su hijo le pegó a mi hijo”, me daría una buena tunda para que se me quitaran las ganas de andar de busca pleitos.
Siendo honestos, le tenía mucho más miedo a la chancla marcanalgas de mi madre que a los golpes que me pudiera propinar cualquiera de los renacuajos, que tanto odiaba, y que vivían en mi cuadra.
Un buen día mientras mi padre se iba a trabajar después de la hora de la comida, otra cosa que siempre le admiraré a mi padre, ya que para él era casi religioso ir a comer con su familia. Uno de los mentados renacuajos me estaba pateando el trasero, literal, me daba de patadas en mis hermosas nachas y yo no respondía la agresión. Cuando alguno de los dos se cansó, no se si el renacuajo de pegarme o yo de que me pegaran, con la panza ardiendo de coraje intentaba meterme a mi casa.
Cuál sería mi sorpresa al ver a mi padre recargado en un lavadero que hay en la entrada de la casa, con esa cara nuevamente de entre coraje y decepción y se remitió a decirme: “¿por qué dejas que ese chamaco te pegue?..”
Yo solo le dije: es que mi mamá me dijo que si me peleaba me iba a pegar.
Solo miró hacia arriba por un instante y me dijo: “pues te la voy a poner fácil… si no sales ahorita y le rompes la madre a ese cabrón chamaco, el que te va a chingar soy yo… cómo ves
Les juro amigos míos que esa fue música para mis oídos, todo el odio que tenía en mis entrañas de pronto comenzó a estallar dentro de mi, y como hijo obediente, simplemente obedecí las instrucciones de mi padre y salí y le rompí la boca al renacuajo y me sentí liberado de ese doble temor para siempre.
Obviamente el renacuajo llamó a su hermano mayor, el cual ya venía muy decidido a golpearme brutalmente sin saber que antes de que siquiera intentara tocarme un dedo tendría a mi padre de frente diciéndole: “no te atrevas a tocar a mi hijo, porque si algo le pasa, yo mismo te voy a romper la madre y no me interesa que seas un chamaco, así que déjenlo en paz, pinches mugrosos…”
A partir de ese momento no he vuelto a dejar que nadie intente siquiera golpearme, y puedo decir con la dosis de salvajismo, falta de buenas costumbres y/o educación que la frase lleve implícita: que “le he partido su madre a todo wey que ha tratado de pasarse de listo.”
Fue en ese instante donde me di cuenta que es bueno seguir al pie de la letra las instrucciones que te da tu mama… pero hacer caso a las lecciones de vida que te da tu mismo padre… no tiene precio!!!!
Y aclaro, mi padre no me enseñó a buscar pleitos, el asunto no es tan complicado en realidad, simplemente me enseñó que nadie puede pasarse de listo, al menos que tu lo permitas. Y a mi no me gusta permitirlo.
Para poder aspirar a las cosas buenas de la vida, en necesario ser responsable
Durante alguna etapa de mi vida estaba obsesionado con tener un coche, un gran deportivo, de esos de ocho cilindros, con un motor muy poderoso y un equipo de sonido que se escuchara hasta la otra cuadra.
Ahora que lo analizo, sé que es porque mi Señor Padre tuvo la misma obsesión que yo y gracias a Dios y a que trabajaba mucho le dio rienda suelta  y tuvimos (nótese que me apunto y digo tuvimos porque yo también me sentía dueño de tan chidas naves) todos los modelos del mustang:
·         Un modelo 67 de color rojo
·         Un modelo 70 de color verde pistache
·         Un modelo 73 también de color verde pistache
·         Un modelo 73 de color negro
·         Un modelo 78 de color rojo
·         Un modelo 79 precioso blanco en la versión cobra
·         Y el último mustang… un burbuja modelo 82 que le hicieron conversión a 84 y unas modificaciones en los faros y etc, etc.
Creo que resultaría obvio pensar que me fascinaban los mustang´s y no solo esos, también los Montecarlo,  los Grand Marquís, etc.
Para no hacer el cuento largo y no desvirtuarme, un buen día a los 16 años le pedí prestado su mustang burbuja rojo a mi papá, el argumento era que había invitado a salir a una chica conmigo y la quería llevar en la hermosa nave de mi papá de la cual, está demás decirlo, me sentía muy orgulloso.
Llegué muy seguro de mí mismo y le dije: pa’… préstame tu carro ¿no?... él sin hacer una sola pregunta sacó la llave de su pantalón- que estaba adornada con un maravilloso llavero Hickok que tenía una gran “M” en dorado y una correa de piel café- estiró su mano hacía mi… casi la colocó en mi palma y antes de que yo pudiera expresar el gran “yessss!!!” que se me atoraba en la garganta retiro su mano y dijo: “me puedes mostrar tu licencia de conducir… para poder manejar se necesita una licencia… ¿¿¿la tienes???, yo me remití a mover la cabeza en negación, no podía salir del shock… está bien, dijo, ¿me puedes mostrar tu póliza de seguro?, manejar conlleva una responsabilidad muy grande, si atropellas a alguien o le pegas a otro carro hay que responder… ¿te cubre algún seguro?, yo simplemente me reí nervioso y volví a decir que no, me parecía una exageración… no tienes seguro se decía como para sus adentros. Está bien, muéstrame el dinero con el que le vas a echar gasolina, un coche consume gasolina y tiene, pero es mía, yo se la compré… ¿tienes para ponerle?... al borde del llanto volví a mover mi cabeza negando… bueno no te pongas así, dijo condescendiente… enséñame el dinero con el que la vas a llevar al cine, o también me ibas a pedir para llevarla?... simplemente asentí… a lo cual sólo contesto: déjame entender, quieres que te preste mi carro para llevar a una chica al cine, pero no tienes licencia, no tienes seguro y no tienes dinero… lo siento mucho hijo, para poder andar en carro es necesario tener todo eso… y tú no tienes nada de eso… lo siento, no hay carro!!!
A estas alturas de la vida no saben en realidad cuánto le agradezco que no me haya prestado su carro, ya que estoy seguro que no habría tenido esa ambición que me llevaría a querer tener el carro de mis sueños.
Y de verdad que se me hizo… a los 27 años de edad pude comprarme el auto de mis sueños: un Pontiac firebird trans am… y si, fue mi padre el que me ayudó a conseguirlo.
Podría seguir por páginas completas, pero no quiero extenderme demasiado, solo quiero decir que si hay una persona que siempre ha estado ahí conmigo, para bien o para mal y que hasta la fecha es mi mejor amigo, mi confidente, en pocas palabras, el hombre de mi vida, es ese señor a quien tendré a bien decirle con mi último aliento: papá.