martes, 11 de septiembre de 2012

El hombre de mi vida



Hace apenas unos días me enteré, de manera muy agradable, que una persona que ocupa un lugar primario y fundamental en mi vida, es ávida lectora de este blogg.
Seguramente la primera impresión es que se trata de una fémina, pensamiento que no estaría tan fuera de la realidad debido a la composición gramatical del párrafo anterior, y a esta rara sensación de que las personas muy cercanas conocen bien nuestros puntos débiles, y el mío, lo confieso abiertamente, otra vez, son las chicas… cada quién sus vicios ¿no?
Debo comentarles desde el inicio que en esta ocasión no se trata precisamente de una fémina, se trata mas bien de un hombre ¡muy hombre!, es mas, me quedo corto, para mi tendría que decir que se trata de “EL HOMBRE”… el Hombre de mi vida.
Y antes de que empiecen a dejar volar la imaginación con sus joterías, les platico que se trata ni nadas mas ni nada menos que de mi señor Padre, el Dr. C. (le nombraré de esta manera no por falta de afecto, sino por todo eso que se dice de dar información confidencial, sorry, han logrado atemorizarme).
Durante toda mi vida, he escuchado a muchas personas decir que si se han desarrollado, han logrado ciertas cosas en la vida, han acariciado el éxito, se debe principalmente a que: “han trabajado mucho”, “se han esforzado mucho”, “han sacrificado muchas cosas para salir adelante”, etc., dejándolo todo a un nivel meramente personal en el que el factor ha sido su propio empeño.
Para mi definitivamente las cosas son muy diferentes ya que, sin tratar de echarle mucha crema a mis tacos, les diré que  lo que he alcanzado en esta vida como: estudiar, trabajar, practicar deportes, danza, teatro, locución, producción,  etc. en realidad no me han costado trabajo, de hecho, para ser completamente honestos, nunca he llevado hasta el final una carrera que me haya costado mucho, o me haya exigido mucho esfuerzo, ya que me he dado cuenta que si ese algo resulta abrumador, simplemente lo dejo, porque simplemente sé, que no es para mi.
Pero esa facilidad por alcanzar las cosas que he deseado y poder saber a tiempo que algo no es para mí, no indica precisamente que yo sea un súper dotado, o que sea “de los chingones”, como se dice por ahí.
Según esta ley de vida que dicta que “hay que chingarse mucho por alcanzar objetivos”,  trae implícito, que todo lo alcanzado hasta ahora es gracias a que a final de cuentas “alguien se chingó mucho… y quizá no uno mismo, sino otras personas se chingaron por mi” y dedicaron su vida entera para que yo pudiera hacer lo que mi chingada gana se me pegara hacer y a final de cuentas las cosas salieran mas o menos bien.
Pues precisamente una de esas personas es mi Señor  Padre y me da un gusto enorme que también sea uno de mis lectores, mi mejor amigo, y en términos generales, el hombre de mi vida
Cómo decir algo que sea apropiado y no caiga en la lágrima sentimentaloide o en la frivolidad para ¿hacer honor a este personaje trascendental en mi vida?... en realidad no es una tarea fácil, ya que de solo recordar aquellos pasajes en donde esta figura tan impactante aparece en mi vida, resulta casi inevitable que se me quieran escurrir las de cocodrilo.
Pero como soy bien machín me aguanto y más que deshacerme en halagos y reconocimientos (lo cual no estaría mal, pero creo que mi padre se merece algo mas elaborado, trataré de resumir las lecciones mas importantes que me ha dado el Doc. Como le dice la mayoría de gente que le rodea.
Quién es tu familia
¿Les suena familiar un ambiente en donde se dan en la torre hermanos contra hermanos?, ¿alguna vez han visto a dos hermanos mentarse la madre, desearse la muerte, pelear por dinero?
Para mi eso resulta algo prácticamente desconocido, ya que un día que me estaba peleando con mi hermano, la verdad es que ya olvidé la razón, de pronto apareció mi padre; y con una cara que hace muchos años no le veo: de entre coraje y decepción nos separó, se quitó su cinturón y nos dijo a los dos: “ustedes son hermanos, no deben de pelearse, mucho menos lastimarse, están para cuidarse entre ustedes, no para darse en la madre. La chinga que les voy a poner ahorita, es para que la piensen mil veces antes de querer volver a pegarse entre ustedes… saben que soy hijo único y no imaginan cuanto desee tener un hermano, ustedes que si los tienen, los quieren golpear… somos familia, nos cuidamos, no nos madreamos...” y posteriormente llegó una buena tanda de cinturonazos, que para ser honestos, no dolieron tanto como la idea que cruzó mi cabeza de que mi hermano no estuviera ahí siendo mi cómplice y compañía de toda la vida.
Afortunadamente la lección fue aprendida y gracias a ello puedo presumir de tener una familia muy unida, quizá como en todas las relaciones entre humanos, a veces nos decimos de cosas, nos disgustamos, pero solo entre nosotros podemos decirnos lo que queramos. Los agentes externos se cuentan aparte, si tratas mal a un Castañeda no sabes la jauría que te avientas encima, de por vida, así de simple.
Quién te puede decir qué hacer
Algunos de los ideales por los que toda la vida ha luchado mi padre, es por la libertad y el derecho de hacer lo que a uno le parezca mejor hacer… de hacer nuestra chingada gana, en pocas palabras. Obvio, con la subsecuente responsabilidad que el tomar decisiones trae consigo.
A muy corta edad yo ya tenía permiso para ir a fiestas, dormir fuera, tener novia, etc., afortunadamente las palabras sabias de mi padre se quedaron impregnadas en mí para siempre:
Déjame decirte algo chamaco: si a ti de pronto te dan ganas de volverte un borracho o un drogadicto o embarazar a una muchacha… ¿¿¿a mi qué???... no pongas esa cara, no es una broma, te lo pregunto en serio… el que tu seas lo que quieras ser, a mi ¿en qué me afecta?, yo te tengo la respuesta. En absolutamente nada, el que pagará las consecuencias de todo lo que decidas hacer, finalmente serás tú.
Lo que yo quiero para ti y para tus hermanos es lo mejor de la vida. Pero si tu quieres otras cosas finalmente será tu decisión y no la mía.
Si yo te veo un día todo trajeado, con una ropa muy fina, bajándote de un carrazo, quizá me sienta muy orgulloso de ti y quiera decirle a mucha gente, miren, ese señor tan elegante es mi hijo, pero ahí se acaba todo, no espero mas, porque dudo mucho que te bajaras de tu carro nuevo y me dijeras: ten papá, este carro es para ti.
Y lo se, porque así es la ley de la vida, me dará gusto en secreto que seas una persona de éxito, aunque no me des tu carro nuevo y ni siquiera me lleves a dar una vuelta.
Por otro lado, si eres un alcohólico, o un adicto al que toda la gente desprecie, que todo mundo te saque la vuelta, que te quedes sin amigos, sin nada, ese serás tú, solo tú lo sentirás.
No te digo que te quedarás sin familia porque eso nunca sucederá, yo soy tu padre y te amaré como seas hasta el último día que respire. Tú eres mi razón de ser, lo más querido para mi.
Y si un día te veo tirado afuera de la casa, todo borracho o drogado,  quizá tu mamá y yo sentiremos un poco feo por ver a una persona con capacidades extraordinarias echar su vida por la coladera. Y quizá te dejemos que pases a la casa, te des un baño, te eches un taco, pero una vez que estuvieras mejor, yo mismo te sacaría a la calle, le pediría a Dios que te cuidara mucho y todos tendríamos que seguir viviendo y a nuestra manera particular tratar de ser felices.
Así que hijo de mi vida, tu vida es tuya, haz de ella lo que quieras… y si puedes y quieres me avisas qué decides hacer, ¿para ver en qué te ayudo?
Y así ha sido desde entonces, gracias a Dios y a mi amado padre he podido hacer lo que mi chingada gana me ha pegado y he aceptado todas las consecuencias que ello conlleva.
No te dejes de nadie
Cuando eres un niño le tienes miedo a muchas cosas, yo en algún momento de mi vida le tuve mucho miedo a “los otros niños”.
Sobre todo a aquellos que tenían hermanos mas grandes, que tenía déficit de cariño de sus padres, o falta de atención, no se, que eran unos hijos de la chingada, en pocas palabras. Y la verdad es que tanto en la escuela como en mi cuadra abundaban esos hijos de la chingada.
Otra situación que agravaba mis temores es que mi madre (perdón que de refilón la meta en este escrito, ya que ella merece uno aparte, pero hay fronteras que a veces son indivisibles) me tenía, textualmente prohibido: pelearme con otros chamacos, con el aviso de que si alguna vez una señora llegaba a la casa quejándose de que “su hijo le pegó a mi hijo”, me daría una buena tunda para que se me quitaran las ganas de andar de busca pleitos.
Siendo honestos, le tenía mucho más miedo a la chancla marcanalgas de mi madre que a los golpes que me pudiera propinar cualquiera de los renacuajos, que tanto odiaba, y que vivían en mi cuadra.
Un buen día mientras mi padre se iba a trabajar después de la hora de la comida, otra cosa que siempre le admiraré a mi padre, ya que para él era casi religioso ir a comer con su familia. Uno de los mentados renacuajos me estaba pateando el trasero, literal, me daba de patadas en mis hermosas nachas y yo no respondía la agresión. Cuando alguno de los dos se cansó, no se si el renacuajo de pegarme o yo de que me pegaran, con la panza ardiendo de coraje intentaba meterme a mi casa.
Cuál sería mi sorpresa al ver a mi padre recargado en un lavadero que hay en la entrada de la casa, con esa cara nuevamente de entre coraje y decepción y se remitió a decirme: “¿por qué dejas que ese chamaco te pegue?..”
Yo solo le dije: es que mi mamá me dijo que si me peleaba me iba a pegar.
Solo miró hacia arriba por un instante y me dijo: “pues te la voy a poner fácil… si no sales ahorita y le rompes la madre a ese cabrón chamaco, el que te va a chingar soy yo… cómo ves
Les juro amigos míos que esa fue música para mis oídos, todo el odio que tenía en mis entrañas de pronto comenzó a estallar dentro de mi, y como hijo obediente, simplemente obedecí las instrucciones de mi padre y salí y le rompí la boca al renacuajo y me sentí liberado de ese doble temor para siempre.
Obviamente el renacuajo llamó a su hermano mayor, el cual ya venía muy decidido a golpearme brutalmente sin saber que antes de que siquiera intentara tocarme un dedo tendría a mi padre de frente diciéndole: “no te atrevas a tocar a mi hijo, porque si algo le pasa, yo mismo te voy a romper la madre y no me interesa que seas un chamaco, así que déjenlo en paz, pinches mugrosos…”
A partir de ese momento no he vuelto a dejar que nadie intente siquiera golpearme, y puedo decir con la dosis de salvajismo, falta de buenas costumbres y/o educación que la frase lleve implícita: que “le he partido su madre a todo wey que ha tratado de pasarse de listo.”
Fue en ese instante donde me di cuenta que es bueno seguir al pie de la letra las instrucciones que te da tu mama… pero hacer caso a las lecciones de vida que te da tu mismo padre… no tiene precio!!!!
Y aclaro, mi padre no me enseñó a buscar pleitos, el asunto no es tan complicado en realidad, simplemente me enseñó que nadie puede pasarse de listo, al menos que tu lo permitas. Y a mi no me gusta permitirlo.
Para poder aspirar a las cosas buenas de la vida, en necesario ser responsable
Durante alguna etapa de mi vida estaba obsesionado con tener un coche, un gran deportivo, de esos de ocho cilindros, con un motor muy poderoso y un equipo de sonido que se escuchara hasta la otra cuadra.
Ahora que lo analizo, sé que es porque mi Señor Padre tuvo la misma obsesión que yo y gracias a Dios y a que trabajaba mucho le dio rienda suelta  y tuvimos (nótese que me apunto y digo tuvimos porque yo también me sentía dueño de tan chidas naves) todos los modelos del mustang:
·         Un modelo 67 de color rojo
·         Un modelo 70 de color verde pistache
·         Un modelo 73 también de color verde pistache
·         Un modelo 73 de color negro
·         Un modelo 78 de color rojo
·         Un modelo 79 precioso blanco en la versión cobra
·         Y el último mustang… un burbuja modelo 82 que le hicieron conversión a 84 y unas modificaciones en los faros y etc, etc.
Creo que resultaría obvio pensar que me fascinaban los mustang´s y no solo esos, también los Montecarlo,  los Grand Marquís, etc.
Para no hacer el cuento largo y no desvirtuarme, un buen día a los 16 años le pedí prestado su mustang burbuja rojo a mi papá, el argumento era que había invitado a salir a una chica conmigo y la quería llevar en la hermosa nave de mi papá de la cual, está demás decirlo, me sentía muy orgulloso.
Llegué muy seguro de mí mismo y le dije: pa’… préstame tu carro ¿no?... él sin hacer una sola pregunta sacó la llave de su pantalón- que estaba adornada con un maravilloso llavero Hickok que tenía una gran “M” en dorado y una correa de piel café- estiró su mano hacía mi… casi la colocó en mi palma y antes de que yo pudiera expresar el gran “yessss!!!” que se me atoraba en la garganta retiro su mano y dijo: “me puedes mostrar tu licencia de conducir… para poder manejar se necesita una licencia… ¿¿¿la tienes???, yo me remití a mover la cabeza en negación, no podía salir del shock… está bien, dijo, ¿me puedes mostrar tu póliza de seguro?, manejar conlleva una responsabilidad muy grande, si atropellas a alguien o le pegas a otro carro hay que responder… ¿te cubre algún seguro?, yo simplemente me reí nervioso y volví a decir que no, me parecía una exageración… no tienes seguro se decía como para sus adentros. Está bien, muéstrame el dinero con el que le vas a echar gasolina, un coche consume gasolina y tiene, pero es mía, yo se la compré… ¿tienes para ponerle?... al borde del llanto volví a mover mi cabeza negando… bueno no te pongas así, dijo condescendiente… enséñame el dinero con el que la vas a llevar al cine, o también me ibas a pedir para llevarla?... simplemente asentí… a lo cual sólo contesto: déjame entender, quieres que te preste mi carro para llevar a una chica al cine, pero no tienes licencia, no tienes seguro y no tienes dinero… lo siento mucho hijo, para poder andar en carro es necesario tener todo eso… y tú no tienes nada de eso… lo siento, no hay carro!!!
A estas alturas de la vida no saben en realidad cuánto le agradezco que no me haya prestado su carro, ya que estoy seguro que no habría tenido esa ambición que me llevaría a querer tener el carro de mis sueños.
Y de verdad que se me hizo… a los 27 años de edad pude comprarme el auto de mis sueños: un Pontiac firebird trans am… y si, fue mi padre el que me ayudó a conseguirlo.
Podría seguir por páginas completas, pero no quiero extenderme demasiado, solo quiero decir que si hay una persona que siempre ha estado ahí conmigo, para bien o para mal y que hasta la fecha es mi mejor amigo, mi confidente, en pocas palabras, el hombre de mi vida, es ese señor a quien tendré a bien decirle con mi último aliento: papá.



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