miércoles, 19 de septiembre de 2012

La Tabla del cero



La tabla del cero

Hace poco escuché por ahí a una linda persona referirse a mí como la tabla del cero.
Supongo que el sentido que debe darse a tal descripción debe ser por aquello de que “soy más fácil que la tabla del uno”. Comparación por demás divertida, ya que no hay bases sólidas que fundamenten el mote, al menos no de la distinguida damisela a quien le escuché llamarme de esa manera, porque honestamente no me ha hecho suyo, ni nos hemos tocado nuestras cositas ni nada que se acerque siquiera a ser un acto de erotismo, es más, ni siquiera lo mas primigenio que de un acto que pudiera considerarse sexual. Y estarán de acuerdo conmigo en que a estas edades, en las que ya no nos andamos por las ramas, no cualquier cosa que suceda entre un hombre y una mujer resulta sexual.
Para ponerlo bien fácil… no es sexual si hay ropa o ausencia de genitales, pa pronto.
Sin embargo el escuchar esa descripción de una persona con quien no he tenido esa clase de roces, me suena bastante divertido y me hace reflexionar acerca de si la “facilidad” a estas edades es algo bueno o algo malo.
Seguramente algunos de ustedes que me conocen de hace algunos años podrían alzarse con una oración del tipo: “pinche Pablo, no te hagas wey… difícil, así que digamos que difícil eres… la verdad es que no”.
Y tienen toda la razón, la verdad de las cosas es que no le veo el chiste a hacerme el interesante o el complicado o en pocas palabras a hacerme el difícil. La situación es verdaderamente sencilla, si una chiquilla quiere conocerme en otras instancias, basta con que lo proponga, si me gusta, pus le damos gusto, si no me gusta le doy la vuelta, igual y en otra ocasión con unos cuantos wiskoles encima, sí se hace.
La reflexión a la que pretendo llegar es si en realidad “hacerse el difícil” trae alguna ventaja, si acaso el ser muy selectivo, le trae algún plus a nuestra vida o un poco mas de emoción a nuestras relaciones.
Desde mi perspectiva y experiencia de “hombrezuelo” podría decirles que el ser extremadamente fácil, tal y como pudiera serlo la “tabla del cero”, lo único que ha traído a mi vida es mucha diversión, buenas experiencias, y sobre todo, la gran libertad de ser como soy, sin tener que meterme en el juego de las apariencias, e intentar ser algo que a futuro no podré sostener, y al final las chiquillas en cuestión, me tachen como un mentiroso que aparentó ser muchas cosas, con la finalidad de tener un encuentro cercano del tercer tipo.
Para ser honesto creo que aceptarnos desde el principio como somos, de la manera más simple, con virtudes, defectos, ventajas y desventajas ayuda en gran manera a no tener que ocultar nuestras buenas o malas intenciones en ningún momento.
La moraleja viene para fijar la atención en algo que quizá se pasa por alto en la mayoría de las ocasiones: el poder de decisión que la otra persona tiene, en este caso, y para fines prácticos, yo nunca he ocultado lo que soy, y las hermosas mujeres con quienes he pasado momentos maravillosos, han sabido, desde el principio, que soy como la tabla del cero.
Lo que para muchas personas parecerá inconcebible es que mientras otros hombres tienen que inventarse toda una personalidad paralela, en la cual aparentar ser muy decentes, muy exclusivos, muy sensibles, con la finalidad de ocultar sus oscuras intenciones y con ello conquistarse a una chica, algunos otros, simplemente decimos como somos, lo que queremos y lo dejamos al libre albedrío de ellas, finalmente siempre han presumido de ser las que deciden... ¿no?
Obviamente no para todos los casos aplica de la misma manera, estoy seguro de que habrá por ahí muchas chicas que gustarán de los hombres difíciles, de los hombres que se hacen los interesantes y como en casi todo, finalmente cada quien sus gustos.
Afortunadamente para los de mi especie, hay muchas mujeres a las que les gusta ahorrarse toda la parafernalia de las relaciones absurdas basadas en las apariencias y las dobles intenciones encontrando un camino más corto, llevando las relaciones a otro nivel, donde lo que verdaderamente importa es  compartir, incluso, las propias limitaciones y los defectos. Sin la promesa vacía de continuidad y perpetuidad.
Sigo sin entender la ganancia de hacernos los difíciles, y si claro, lo digo también por las mujeres que piensan que haciéndolo, nos harán empeñarnos más… bueno… cada quién.
Yo seguiré en este camino feliz esperando haya muchas chicas que de propia voluntad quieran repasar conmigo la tabla del cero.



martes, 11 de septiembre de 2012

El hombre de mi vida



Hace apenas unos días me enteré, de manera muy agradable, que una persona que ocupa un lugar primario y fundamental en mi vida, es ávida lectora de este blogg.
Seguramente la primera impresión es que se trata de una fémina, pensamiento que no estaría tan fuera de la realidad debido a la composición gramatical del párrafo anterior, y a esta rara sensación de que las personas muy cercanas conocen bien nuestros puntos débiles, y el mío, lo confieso abiertamente, otra vez, son las chicas… cada quién sus vicios ¿no?
Debo comentarles desde el inicio que en esta ocasión no se trata precisamente de una fémina, se trata mas bien de un hombre ¡muy hombre!, es mas, me quedo corto, para mi tendría que decir que se trata de “EL HOMBRE”… el Hombre de mi vida.
Y antes de que empiecen a dejar volar la imaginación con sus joterías, les platico que se trata ni nadas mas ni nada menos que de mi señor Padre, el Dr. C. (le nombraré de esta manera no por falta de afecto, sino por todo eso que se dice de dar información confidencial, sorry, han logrado atemorizarme).
Durante toda mi vida, he escuchado a muchas personas decir que si se han desarrollado, han logrado ciertas cosas en la vida, han acariciado el éxito, se debe principalmente a que: “han trabajado mucho”, “se han esforzado mucho”, “han sacrificado muchas cosas para salir adelante”, etc., dejándolo todo a un nivel meramente personal en el que el factor ha sido su propio empeño.
Para mi definitivamente las cosas son muy diferentes ya que, sin tratar de echarle mucha crema a mis tacos, les diré que  lo que he alcanzado en esta vida como: estudiar, trabajar, practicar deportes, danza, teatro, locución, producción,  etc. en realidad no me han costado trabajo, de hecho, para ser completamente honestos, nunca he llevado hasta el final una carrera que me haya costado mucho, o me haya exigido mucho esfuerzo, ya que me he dado cuenta que si ese algo resulta abrumador, simplemente lo dejo, porque simplemente sé, que no es para mi.
Pero esa facilidad por alcanzar las cosas que he deseado y poder saber a tiempo que algo no es para mí, no indica precisamente que yo sea un súper dotado, o que sea “de los chingones”, como se dice por ahí.
Según esta ley de vida que dicta que “hay que chingarse mucho por alcanzar objetivos”,  trae implícito, que todo lo alcanzado hasta ahora es gracias a que a final de cuentas “alguien se chingó mucho… y quizá no uno mismo, sino otras personas se chingaron por mi” y dedicaron su vida entera para que yo pudiera hacer lo que mi chingada gana se me pegara hacer y a final de cuentas las cosas salieran mas o menos bien.
Pues precisamente una de esas personas es mi Señor  Padre y me da un gusto enorme que también sea uno de mis lectores, mi mejor amigo, y en términos generales, el hombre de mi vida
Cómo decir algo que sea apropiado y no caiga en la lágrima sentimentaloide o en la frivolidad para ¿hacer honor a este personaje trascendental en mi vida?... en realidad no es una tarea fácil, ya que de solo recordar aquellos pasajes en donde esta figura tan impactante aparece en mi vida, resulta casi inevitable que se me quieran escurrir las de cocodrilo.
Pero como soy bien machín me aguanto y más que deshacerme en halagos y reconocimientos (lo cual no estaría mal, pero creo que mi padre se merece algo mas elaborado, trataré de resumir las lecciones mas importantes que me ha dado el Doc. Como le dice la mayoría de gente que le rodea.
Quién es tu familia
¿Les suena familiar un ambiente en donde se dan en la torre hermanos contra hermanos?, ¿alguna vez han visto a dos hermanos mentarse la madre, desearse la muerte, pelear por dinero?
Para mi eso resulta algo prácticamente desconocido, ya que un día que me estaba peleando con mi hermano, la verdad es que ya olvidé la razón, de pronto apareció mi padre; y con una cara que hace muchos años no le veo: de entre coraje y decepción nos separó, se quitó su cinturón y nos dijo a los dos: “ustedes son hermanos, no deben de pelearse, mucho menos lastimarse, están para cuidarse entre ustedes, no para darse en la madre. La chinga que les voy a poner ahorita, es para que la piensen mil veces antes de querer volver a pegarse entre ustedes… saben que soy hijo único y no imaginan cuanto desee tener un hermano, ustedes que si los tienen, los quieren golpear… somos familia, nos cuidamos, no nos madreamos...” y posteriormente llegó una buena tanda de cinturonazos, que para ser honestos, no dolieron tanto como la idea que cruzó mi cabeza de que mi hermano no estuviera ahí siendo mi cómplice y compañía de toda la vida.
Afortunadamente la lección fue aprendida y gracias a ello puedo presumir de tener una familia muy unida, quizá como en todas las relaciones entre humanos, a veces nos decimos de cosas, nos disgustamos, pero solo entre nosotros podemos decirnos lo que queramos. Los agentes externos se cuentan aparte, si tratas mal a un Castañeda no sabes la jauría que te avientas encima, de por vida, así de simple.
Quién te puede decir qué hacer
Algunos de los ideales por los que toda la vida ha luchado mi padre, es por la libertad y el derecho de hacer lo que a uno le parezca mejor hacer… de hacer nuestra chingada gana, en pocas palabras. Obvio, con la subsecuente responsabilidad que el tomar decisiones trae consigo.
A muy corta edad yo ya tenía permiso para ir a fiestas, dormir fuera, tener novia, etc., afortunadamente las palabras sabias de mi padre se quedaron impregnadas en mí para siempre:
Déjame decirte algo chamaco: si a ti de pronto te dan ganas de volverte un borracho o un drogadicto o embarazar a una muchacha… ¿¿¿a mi qué???... no pongas esa cara, no es una broma, te lo pregunto en serio… el que tu seas lo que quieras ser, a mi ¿en qué me afecta?, yo te tengo la respuesta. En absolutamente nada, el que pagará las consecuencias de todo lo que decidas hacer, finalmente serás tú.
Lo que yo quiero para ti y para tus hermanos es lo mejor de la vida. Pero si tu quieres otras cosas finalmente será tu decisión y no la mía.
Si yo te veo un día todo trajeado, con una ropa muy fina, bajándote de un carrazo, quizá me sienta muy orgulloso de ti y quiera decirle a mucha gente, miren, ese señor tan elegante es mi hijo, pero ahí se acaba todo, no espero mas, porque dudo mucho que te bajaras de tu carro nuevo y me dijeras: ten papá, este carro es para ti.
Y lo se, porque así es la ley de la vida, me dará gusto en secreto que seas una persona de éxito, aunque no me des tu carro nuevo y ni siquiera me lleves a dar una vuelta.
Por otro lado, si eres un alcohólico, o un adicto al que toda la gente desprecie, que todo mundo te saque la vuelta, que te quedes sin amigos, sin nada, ese serás tú, solo tú lo sentirás.
No te digo que te quedarás sin familia porque eso nunca sucederá, yo soy tu padre y te amaré como seas hasta el último día que respire. Tú eres mi razón de ser, lo más querido para mi.
Y si un día te veo tirado afuera de la casa, todo borracho o drogado,  quizá tu mamá y yo sentiremos un poco feo por ver a una persona con capacidades extraordinarias echar su vida por la coladera. Y quizá te dejemos que pases a la casa, te des un baño, te eches un taco, pero una vez que estuvieras mejor, yo mismo te sacaría a la calle, le pediría a Dios que te cuidara mucho y todos tendríamos que seguir viviendo y a nuestra manera particular tratar de ser felices.
Así que hijo de mi vida, tu vida es tuya, haz de ella lo que quieras… y si puedes y quieres me avisas qué decides hacer, ¿para ver en qué te ayudo?
Y así ha sido desde entonces, gracias a Dios y a mi amado padre he podido hacer lo que mi chingada gana me ha pegado y he aceptado todas las consecuencias que ello conlleva.
No te dejes de nadie
Cuando eres un niño le tienes miedo a muchas cosas, yo en algún momento de mi vida le tuve mucho miedo a “los otros niños”.
Sobre todo a aquellos que tenían hermanos mas grandes, que tenía déficit de cariño de sus padres, o falta de atención, no se, que eran unos hijos de la chingada, en pocas palabras. Y la verdad es que tanto en la escuela como en mi cuadra abundaban esos hijos de la chingada.
Otra situación que agravaba mis temores es que mi madre (perdón que de refilón la meta en este escrito, ya que ella merece uno aparte, pero hay fronteras que a veces son indivisibles) me tenía, textualmente prohibido: pelearme con otros chamacos, con el aviso de que si alguna vez una señora llegaba a la casa quejándose de que “su hijo le pegó a mi hijo”, me daría una buena tunda para que se me quitaran las ganas de andar de busca pleitos.
Siendo honestos, le tenía mucho más miedo a la chancla marcanalgas de mi madre que a los golpes que me pudiera propinar cualquiera de los renacuajos, que tanto odiaba, y que vivían en mi cuadra.
Un buen día mientras mi padre se iba a trabajar después de la hora de la comida, otra cosa que siempre le admiraré a mi padre, ya que para él era casi religioso ir a comer con su familia. Uno de los mentados renacuajos me estaba pateando el trasero, literal, me daba de patadas en mis hermosas nachas y yo no respondía la agresión. Cuando alguno de los dos se cansó, no se si el renacuajo de pegarme o yo de que me pegaran, con la panza ardiendo de coraje intentaba meterme a mi casa.
Cuál sería mi sorpresa al ver a mi padre recargado en un lavadero que hay en la entrada de la casa, con esa cara nuevamente de entre coraje y decepción y se remitió a decirme: “¿por qué dejas que ese chamaco te pegue?..”
Yo solo le dije: es que mi mamá me dijo que si me peleaba me iba a pegar.
Solo miró hacia arriba por un instante y me dijo: “pues te la voy a poner fácil… si no sales ahorita y le rompes la madre a ese cabrón chamaco, el que te va a chingar soy yo… cómo ves
Les juro amigos míos que esa fue música para mis oídos, todo el odio que tenía en mis entrañas de pronto comenzó a estallar dentro de mi, y como hijo obediente, simplemente obedecí las instrucciones de mi padre y salí y le rompí la boca al renacuajo y me sentí liberado de ese doble temor para siempre.
Obviamente el renacuajo llamó a su hermano mayor, el cual ya venía muy decidido a golpearme brutalmente sin saber que antes de que siquiera intentara tocarme un dedo tendría a mi padre de frente diciéndole: “no te atrevas a tocar a mi hijo, porque si algo le pasa, yo mismo te voy a romper la madre y no me interesa que seas un chamaco, así que déjenlo en paz, pinches mugrosos…”
A partir de ese momento no he vuelto a dejar que nadie intente siquiera golpearme, y puedo decir con la dosis de salvajismo, falta de buenas costumbres y/o educación que la frase lleve implícita: que “le he partido su madre a todo wey que ha tratado de pasarse de listo.”
Fue en ese instante donde me di cuenta que es bueno seguir al pie de la letra las instrucciones que te da tu mama… pero hacer caso a las lecciones de vida que te da tu mismo padre… no tiene precio!!!!
Y aclaro, mi padre no me enseñó a buscar pleitos, el asunto no es tan complicado en realidad, simplemente me enseñó que nadie puede pasarse de listo, al menos que tu lo permitas. Y a mi no me gusta permitirlo.
Para poder aspirar a las cosas buenas de la vida, en necesario ser responsable
Durante alguna etapa de mi vida estaba obsesionado con tener un coche, un gran deportivo, de esos de ocho cilindros, con un motor muy poderoso y un equipo de sonido que se escuchara hasta la otra cuadra.
Ahora que lo analizo, sé que es porque mi Señor Padre tuvo la misma obsesión que yo y gracias a Dios y a que trabajaba mucho le dio rienda suelta  y tuvimos (nótese que me apunto y digo tuvimos porque yo también me sentía dueño de tan chidas naves) todos los modelos del mustang:
·         Un modelo 67 de color rojo
·         Un modelo 70 de color verde pistache
·         Un modelo 73 también de color verde pistache
·         Un modelo 73 de color negro
·         Un modelo 78 de color rojo
·         Un modelo 79 precioso blanco en la versión cobra
·         Y el último mustang… un burbuja modelo 82 que le hicieron conversión a 84 y unas modificaciones en los faros y etc, etc.
Creo que resultaría obvio pensar que me fascinaban los mustang´s y no solo esos, también los Montecarlo,  los Grand Marquís, etc.
Para no hacer el cuento largo y no desvirtuarme, un buen día a los 16 años le pedí prestado su mustang burbuja rojo a mi papá, el argumento era que había invitado a salir a una chica conmigo y la quería llevar en la hermosa nave de mi papá de la cual, está demás decirlo, me sentía muy orgulloso.
Llegué muy seguro de mí mismo y le dije: pa’… préstame tu carro ¿no?... él sin hacer una sola pregunta sacó la llave de su pantalón- que estaba adornada con un maravilloso llavero Hickok que tenía una gran “M” en dorado y una correa de piel café- estiró su mano hacía mi… casi la colocó en mi palma y antes de que yo pudiera expresar el gran “yessss!!!” que se me atoraba en la garganta retiro su mano y dijo: “me puedes mostrar tu licencia de conducir… para poder manejar se necesita una licencia… ¿¿¿la tienes???, yo me remití a mover la cabeza en negación, no podía salir del shock… está bien, dijo, ¿me puedes mostrar tu póliza de seguro?, manejar conlleva una responsabilidad muy grande, si atropellas a alguien o le pegas a otro carro hay que responder… ¿te cubre algún seguro?, yo simplemente me reí nervioso y volví a decir que no, me parecía una exageración… no tienes seguro se decía como para sus adentros. Está bien, muéstrame el dinero con el que le vas a echar gasolina, un coche consume gasolina y tiene, pero es mía, yo se la compré… ¿tienes para ponerle?... al borde del llanto volví a mover mi cabeza negando… bueno no te pongas así, dijo condescendiente… enséñame el dinero con el que la vas a llevar al cine, o también me ibas a pedir para llevarla?... simplemente asentí… a lo cual sólo contesto: déjame entender, quieres que te preste mi carro para llevar a una chica al cine, pero no tienes licencia, no tienes seguro y no tienes dinero… lo siento mucho hijo, para poder andar en carro es necesario tener todo eso… y tú no tienes nada de eso… lo siento, no hay carro!!!
A estas alturas de la vida no saben en realidad cuánto le agradezco que no me haya prestado su carro, ya que estoy seguro que no habría tenido esa ambición que me llevaría a querer tener el carro de mis sueños.
Y de verdad que se me hizo… a los 27 años de edad pude comprarme el auto de mis sueños: un Pontiac firebird trans am… y si, fue mi padre el que me ayudó a conseguirlo.
Podría seguir por páginas completas, pero no quiero extenderme demasiado, solo quiero decir que si hay una persona que siempre ha estado ahí conmigo, para bien o para mal y que hasta la fecha es mi mejor amigo, mi confidente, en pocas palabras, el hombre de mi vida, es ese señor a quien tendré a bien decirle con mi último aliento: papá.



lunes, 3 de septiembre de 2012

Mientras los otros jugaban Futbol




Habrá sido en el verano de 1985, durante las vacaciones largas de la escuela; cuando casi salía de la primaria; cuando escuchaba “the power of love” de Huey Lewis and the News  a diario hasta aburrir a mi madre; cuando escuchaba la estación Sonido 89 y me encantaban las rolas de Wham! y Culture Club sin tener la mas mínima idea de que George Michael y Boy George eran gay’s; cuando el Atari se convirtió en la primera, de muchas por supuesto, obsesión por los aparatos electrónicos para esparcimiento, mejor conocidos actualmente como gadgets; cuando leería mi primer cómic de Batman, y nacería un hambre incontrolable por muchos años, de saber lo que hubiera que saber del encapotado.
En tiempo de vacaciones de verano eran muy escasas las posibilidades de salir de la rutina del diario de los que vamos a la primaria: levantarte tarde, “ayudar” en los quehaceres de la casa (cosa que obviamente en mi caso no aplicaba mucho, no soy muy bueno para los quehaceres domésticos y la verdad mi madre moría de la desesperación antes de siquiera concluir la tarea encomendada, por lo que no dudaba en mandarme al carajo y hacerlo ella misma), y aburrirte, salir un rato a jugar, casi siempre con mi hermano y quizá con alguna de mis hermanas y sus amigas, a diferencia de aquellos que tenían cuates en la cuadra, cosa que a mi como que no se me daba mucho, ya que nunca me pude llevar muy bien con los otros niños que vivían en mi calle, simplemente porque teníamos otra forma de vivir y de divertirnos.
No crean que es un episodio triste de mi vida, honestamente creo que muy al contrario, fue precisamente en esa época en la que me di cuenta que no me gustaba el pambol(futbol fucho o como le quieran llamar) y de hecho es algo que jamás sucederá. Odio el pinche pambol y todo lo que representa: güeyes y ahora también güeyas alrededor de una mesa, con botanas, chelas viendo a veintidós monitos corriendo tras un balón… no ma… que weba!!!!
También me di cuenta, casi de manera simultánea, que tampoco era muy bueno para relacionarme con los güeyes a los que sí les gustaba jugar futbol y todo lo que ello implica: romperle las rodillas a los pantalones de los uniformes, meter el cuerpo, ir con los tacos por delante, rasparte brazos y piernas solo por la gloria de barrerte ante el contrario, y las respectivas historias bobas de lo que según para ellos era ser muy macho: pelearse con las niñas, correrlas y decirles “esto es cosa de hombres” y en el más extremo de sus actos de valentía y arrojo, levantarles la falda “a la mala” para verles los calzones, filia que sigo sin entender, ya que a mi nunca se me hizo nada atractivo ni excitante verle a la mala, los calzones a las niñas.
Tampoco me mal entiendan, fue precisamente a esa edad, en donde tuve que decidir entre aprender a jugar futbol, romper las rodillas a mis pantalones y tratar de caerle bien a los güeyes que me caían gordos; o, jugar al papá y a la mamá con las hermanas y las primas de lo weyes que me caían gordos, que de hecho aun me cagan, nada mas los veo y me dan ganas de romperles cuanta madre. Afortunadamente para mí,  la vida ha hecho lo suyo y no fue necesario que se las rompiera a todos, ya que la vida misma se las rompió, imagínense, si antes estaban feos, ahora ya ni les digo, rayan en lo espantoso.
Estoy seguro que algunos de ustedes, sobre todo los hombres dirán: sí con razón decíamos que el Pablo era medio jotito… un güey que no sabe jugar fucho de seguro es maricón, ante lo cual me gustaría que reflexionaran lo siguiente, al menos por un minuto: “¿que creen que es lo que hacía el Pablo con las hermanas y las primas de los güeyes que le caían gordos, en las que de manera misteriosa se desaparecían, de manera alternada, es decir, un ratito con una, un ratito con otra, mientras ellos jugaban futbol????”
¡¡¡ Exacto!!!... nos la pasábamos besándonos, tocándonos, observando la diferencia entre tener una rayita o un palito, jugando al divertidísimo juego del papá y la mamá, donde todo era acostarse juntos y darse unos buenos arrimones y darse muchos besos, hacer como que ya amanecía, fingir que se iba uno a trabajar, regresar a la casita, disfrutar de los dulces, los bofitos, los chicharrones o lo que las niñas tan amablemente habían comprado, con su dinero, para poder jugar a la casita y así, en un va y ven sin fin, ir alternando, con cada una de ellas, ya que eran muchas mujeres que querían ser la mama y yo, al ser el único “rarito” que no se interesaba por el pambol, tenía que sacrificarme a ser el “único papá” que se la pasaba acostado, besando tocando, comiendo dulces en la eterna jornada que iba desde las tres de la tarde hasta que el sol se ocultaba.
Debo confesar, que aun en estos tiempos, en los que ya todo se hace de manera mas consciente y madura, prefiero mil veces estar charlando en una cena; o en el cine; o bebiendo en algún bar, en la grata e incomparable compañía femenina, que estar bebiendo, discutiendo de quien tiene el carro mas chingón o presumiendo quien lo tiene mas grande o quién es mas poderoso o quien tiene mas dinero, que por lo general es la materia que se tiene para discutir entre mas de tres hommo sapiens juntos.
Así que si alguna vez me invitan a ver el pambol en un bar propicio para ello, y en pleno festejo del gol de la selección me buscan para que compartamos la dicha del triunfo, nos abracemos pletoriques!!!! y simplemente no me encuentran, no se preocupen demasiado, quizá estaré muy ocupado, en la zona de fumadores, en la terraza, o de plano, al fondo del bar entreteniendo a la novia ignorada de algún pambolero de hueso colorado, que después de eso, seguramente le hallará el encanto a otra aburrida tarde de futbol.